Reflexionando sobre la flexibilidad del cuerpo y la fluidez del alma. Nuestra capacidad para doblar el cuerpo así como para acompañar y deslizarnos sobre el devenir de nuestra experiencia.
Acomodarse sobre un terreno cambiante implica un andar
flexible y fluido para mejorar nuestro
viaje. Un andar que dialoga con el entorno a través de significados flexibles y
en movimiento.
Muchas veces nuestras rutas cerebrales (sinápticas) necesitan
ciertas desviaciones para evitar choques emocionales y que el propio fluir
decante en una calidad de experiencia más agradable.
“Fluxar” en la experiencia implica articular, doblar y girar
nuestras rutas sinápticas para que ni el pasado ni el presente traben nuestro
flujo. Para que el alma se deslice sin dificultad en el mundo.
Esta realidad siempre moviéndose exige arriesgarse a nuevas y
más blandas relaciones de ideas, a tomar rutas internas aun no transitadas y
así fluxar-nos sobre el espontaneo
devenir.
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